Lo urgente grita. Lo importante susurra.

Vivimos atrapados en lo urgente.
Correos. Alertas. Mensajes. Tareas.
Lo urgente no espera.
Lo importante, en cambio, espera en silencio.

Y cuando solo respondemos, sin espacio para pensar,
nos perdemos en el ruido.

La velocidad digital nos supera.
La sobrecarga no avisa: colapsa.
Si no pones límites, te los pondrá el cuerpo.
Si no haces espacio, el espacio se llena solo.

El problema no es tener cosas urgentes.
Es no hacer hueco para lo que de verdad importa.

Invertimos tiempo en todo, menos en lo esencial.
Si no cultivamos salud, calma, y sentido,
llegaremos lejos, pero vacíos.

Pausa y pregúntate:
¿Estoy donde quiero estar?
¿Mi yo de ochenta años estaría orgulloso de mi hoy?
¿O me sugeriría cambiar de rumbo?

Tal vez es hora de ajustar la brújula.

Menos ruido, más claridad.
Menos prisa, más respiración.
Menos deberes, más sentido.
Menos cosas, más vida.
Menos pantalla, más presencia.
Menos… para ser más.

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