Vivimos sobreestimulados
Nos despierta una alarma, nos sacuden los mensajes, los mails, las alertas.

Vivimos atrapados en lo urgente.
Correos. Alertas. Mensajes. Tareas.
Lo urgente no espera.

A veces basta con una pausa para volver con más fuerza

En medio del ruido, la urgencia y las tareas sin fin, parar unos minutos puede parecer un lujo. Pero no lo es. Es una decisión.

En Japón lo llaman Ma.
En diseño, lo conocemos como espacio negativo.
Es el silencio entre las notas.

Despierto con trinos de pájaros en mi teléfono.
Nada de sobresaltos. Buen humor desde el minuto uno.

Este año no quiero hacer más.
Quiero hacer menos. Pero mejor.

Para crear, también hay que descansar.
Por eso cada noche bajo el ritmo, desconecto pantallas y me regalo un rato.

Tiempos revueltos.
Grandes incertidumbres.
Mucho dolor.

Un día delicioso en el campo. Paseos bajo los árboles, bocadillos y siestas al sol. Nadie interrumpe, nadie nos dice que necesitamos algo más para ser felices.

Diez minutos.
No parecen nada, pero pueden serlo todo.
¿Qué se puede hacer en diez minutos?

Primavera.
La estación de los nuevos comienzos.
Florecen los cerezos y el aire fresco se cuela por las ventanas.